Tras casi dos años de ausencia (la temporada 2 se estrenó en diciembre de 2017), Netflix estrena la tercera temporada de ‘The Crown‘ la prestigiosa y glamurosa serie que sigue el reinado de Isabel II de Inglaterra mezclando el drama familiar con un componente político social bastante atinado.
Llegamos a mediados de los años sesenta y nos encontramos con un reparto nuevo, más “maduro” (en bastantes sentidos): Olivia Colman (‘La favorita’) sustituye a Claire Foy como Isabel; Tobias Menzies (‘Juego de Tronos’) reemplaza a Matt Smith como Felipe y Helena Bonham-Carter hace lo propio con Vanessa Kirby como la díscola Princesa Margarita.
Además, mención aparte tienen Erin Doherty y Josh O’Connor, que se ponen en la piel de la princesa Ana y el príncipe Carlos respectivamente, a los que podemos ver en ‘Los miserables’ (la nueva adaptación de BBC). Dos actores semidesconocidos, sobre todo Doherty, pero que están asombrosos aquí, logrando captar la atención en cada escena que tienen.
De hecho, el foco de algunos episodios está absolutamente sobre ellos. Lo cual es lógico debido a las edades en las que estamos hablando (y que vemos la coronación de Carlos como Príncipe de Gales). Teniendo en el reparto a grandes como Colman, Menzies, Bonham-Carter y Charles Dance, estos jóvenes actores logran captar la atención.
Aires de cambio
Esta nueva temporada de ‘The Crown’ comienza con las elecciones de 1964 y nombramiento de Harold Wilson (Jason Watkins) como primer Ministro. Alguien en quien la Reina al comienzo no confía, sobre todo por los rumores que apuntaban a ser un espía de la KGB, y termina con el Jubileo de los 25 años (1977).
Con una temporada en la que hemos visto un relevo completo en el reparto, Peter Morgan quiere hablar del devenir de los tiempos. De un relevo generacional, de la modernización y la nueva política y sociedad frente a la de las décadas pasadas. La vieja guardia se ve obligada a retirarse, y esto no termina de gustar.
El quinto episodio, por ejemplo, logra encapsularlo a través de una trama en la que la reina Isabel decide viajar a criaderos de caballos de Francia y Estados Unidos al ver que sus métodos del arte hípico han quedado obsoletos.
Algo de esto se ve en la crisis espiritual y de mediana edad del Duque de Edimburgo en el séptimo (con la llegada del hombre a la Luna en 1969 de fondo) y en las tramas del Príncipe Carlos y la Princesa Ana a lo largo de la temporada.
Una temporada más política
También es una temporada en la que la política está más presente que nunca: la crisis en los sesenta que llevó a Reino Unido a pedir un rescate a Estados Unidos (via Margarita), la devaluación de la libra, la planificación de un golpe de estado, y las continuadas huelgas de mineros de principios de los años setenta.
“Todo es político” asegura en el episodio dedicado a la catástrofe de Aberfan el Primer Ministro Harold Wilson. Un episodio en el que vemos a Isabel II debatirse en lo que una reina debe y no hacer en casos como estos. Una política que va desde el cómo nos mostramos y cómo se entiende nuestro papel contra el cómo nos gustaría que se entendiese.
Un tema que recorrerá toda la temporada y con el que tendrán que lidiar todos los personajes en mayor o menos medida: la angustia vital del príncipe Carlos o la de la princesa Margarita son claros ejemplos de ello. Incluso los planes de Felipe para “lavar imagen” a través de un documental y que coincide con la llegada a palacio de su madre (quien se merece un spin-off), van en este sentido.
Pero los diez episodios no están exentos de altibajos. De hecho para el que esto escribe, los dos últimos episodios bajan un poco el listón ya que debido al planteamiento temático de cada entrega, cuando esto obliga a condensar ocho años de trama en sesenta minutos, esto hace que parezca algo atropellado todo lo que vemos. Pero aun así mucho de este altibajo son situaciones que probablemente estarán en la temporada 4 mejor explicados.
Echaba de menos ver este biopic de la Reina de Inglaterra y la tercera temporada de ‘The Crown’ es tan soberbia como de costumbre. Un drama cuidado, contenido, delicioso y que, en una época en la que a Netflix se le han acabado sus grandes joyas iniciales, se posiciona cada vez más como una imprescindible en su catálogo.