Es difícil ubicar el momento exacto, pero en algún momento de su estupenda filmografía, Ang Lee decidió que no estaría mal apartar de vez en cuando el sentido y la sensibilidad en favor de la sofisticación más potente y vacía. Tras revolucionar el género de superhéroes sin reconocimiento alguno con su extraordinaria ‘Hulk’, cada cierto tiempo Lee decide seguir innovando en el cine. ‘Géminis’ es su muy extraño último intento.
Doble impacto
Hay una escena en ‘Géminis’ que podría pasar inadvertida, pero que sirve como fiel reflejo de su complicada producción. En ella, el personaje de Mary Elizabeth Winstead aparece comiendo un paquete de esas galletitas saladas tan populares. A su lado está sentado el personaje de Smith, que le dice que “esas galletas llevan caducadas tres años”.
Bien, algo así pasa en la película. ‘Gemini Man’ lleva entrando y saliendo de los despachos más pudientes de Hollywood desde mediados de los noventa. No había entonces una tecnología tan potente como para poner a una estrella veterana a pelear contra una versión más joven de sí mismo. Tras más de veinte años de intentonas, la película es una realidad. Pero los ingredientes, por más conservantes y manipulaciones que hayan querido añadir, han caducado.
A pesar de un sinfín de reescrituras, de guionistas acreditados y de parches en un guión donde se aprecian claramente todos y cada uno de los cambios de rumbo que ha sufrido el proyecto inicialmente originado para Tony Scott en 1997, he de reconocer que ‘Géminis’, por momentos, resulta altamente hipnotizante. Probablemente por su pieza de acción central, que te dejará pegado a la butaca y que sirve de cara b a la última carrera en moto de Tom Cruise, ‘Géminis’ merece ser vista en las mejores condiciones.
De padres e hijos
Si algo sabe manejar Lee y además resulta casi obligatorio en su cine, es un buen conflicto paterno-filial. Si ya en ‘Hulk’ nos metió de lleno en los problemas domésticos de los Banner, aquí no iba a ser menos.
En el triángulo que forman los dos Smith y el personaje de un Clive Owen muy desaprovechado y prácticamente en la sombra, recae el peso dramático de la propuesta. El personaje femenino, por momentos un claro refrito de al menos tres personajes distintos, cae por su propio peso del mismo modo que el del “colega” del héroe, un muy discreto Benedict Wong.
Con ‘Joker’ acaparando el grueso de las entradas de todo el planeta, tal vez sea necesario recordar que ni aquella es la quintaesencia del gran cine americano perdido ni ésta el desastre sin parangón que las corrientes de opinión están marcando a fuego.
‘Géminis’ es una película extraña, con un brutal toque de sobremesa germana de la TDT y con muchísimo dinero detrás. Los grandes silencios y una música invisible que potencia el hiperrealismo estético de su arriesgada apuesta visual son dos de los factores que más pesan aquí.
A ellos se añaden unos rompedores momentos de acción salidos de los más esperpénticos ejercicios de directores orientales en el Hollywood de los noventa permiten pasar el trago entre puñados de palomitas, refrescos e incredulidad. Momentos de acción a la altura de los que ofrecieron en su asalto a los Estados Unidos cineastas como Tsui Hark o Ringo Lam.
Por eso mismo ‘Géminis’ es una obra inclasificable y que uno puede disfrutar como un blockbuster otoñal. Aunque sea por las razones equivocadas.