La cuarta temporada de «Las Chicas del Cable» ya está disponible en Netflix, la serie ambientada en los años 30´s refleja los cambios en la sociedad española, especialmente en el campo de las luchas por la equidad de género.
Lidia decide volver al trabajo y Carlos le encomienda la organización de la Feria de Comunicación Europea, en la que la compañía planea hacer la presentación de su nuevo proyecto, que tiene que ver con los rayos catódicos (la televisión). Carlota es acusada de haber asesinado a su rival político, Don Rodrigo. Y el recién nombrado Capitán Cuevas le cuenta a Ángeles que está tras la pista de El Mirlo, misterioso personaje que ahora lidera el grupo criminal de Guzmán.
Como siempre, es la voz de Lidia la que sirve como narradora omnisciente y doliente. Ya sabemos que su personaje, hipertrágico y siempre circunspecto, tiene siempre que “lidiar” con las grandes calamidades del destino, así que se recrea en ellas con sus pensamientos supuestamente profundos y grandilocuentes acerca de los grandes temas que hilvanan su día a día: “La igualdad”, “La libertad”, “La justicia”, “El miedo”, “La duda”, “La vida”, “La duda”, “La felicidad”, “La suerte”… Nada que no pueda escribir un niño de cinco años, eso sí, perogrulladas con más pretensiones que otra cosa.
Y es que el gran problema de Las chicas del cable 4 es que se pasa a la hora de tratar al espectador como si fuera tonto de remate. Vale que se le den ciertas concesiones a una ficción que intenta hablar de temas actuales como la diversidad, la protección del colectivo LGTIB+ (despenalización de la homosexualidad ) o los derechos de las mujeres en la España de los años 30; pero es imposible pasar por alto unos anacronismos que echan por tierra buena parte del trabajo de ambientación y de generación de atmósferas.
Los tres últimos episodios parecen de hecho una sarta de ocurrencias sacadas de un brainstorming presidido por ingentes dosis de alcohol. Solo que no hay atisbo de un sentido del humor inexistente en las tramas. Como en cualquier otro serial que se precie, los giros de guión son constantes y vapulean la trama llevándola de un extremo al opuesto y de vuelta al anterior. Pero no hay diversión, no hay complicidad con el espectador ni la más mínima verosimilitud. Y a nivel técnico la serie también va justita con una fotografía que no luce demasiado, una banda sonora tan desconcertante como siempre, bastantes errores de continuidad y algún que otro escenario de cartón piedra.
La dirección de actores y las interpretaciones también distan de ser perfectas, con secundarios sobreactuados y protagonistas que a veces presentan ciertas dificultades para salvar los textos sin incurrir en la risa de lo absurdos que son. Sí que destaca la presencia de varios actores con larga trayectoria en el doblaje cuyas voces es un lujo escuchar entre los que se encuentran José Luis Angulo y Antonio Cabello.
Empeñada en seguir dándole patadas a los libros de historia, la temporada 4 de Las chicas del cable nos emplaza a una nueva tanda de episodios, que nos hará saltar en el tiempo unos años, hasta la Guerra Civil. Sálvese quien pueda, porque la visión que pueden darnos del conflicto puede ser de traca habida cuenta de lo visto acerca de la Segunda República. Más valdría que lo hubieran dejado aquí, pero está confirmado el comienzo del rodaje de la temporada 5, que se estrenaría en 2020.