Los fans de La guerra de las galaxias van a recibir una buena ración de novedades, no pocas satisfacciones y tal vez alguna que otra decepción cuando a partir de este jueves acudan al estreno de la novena y última entrega de la serie, Star Wars: el ascenso de Skywalker . Aquí van algunas pistas de lo uno y de lo otro.
Todas las preguntas tienen respuesta
El realizador J.J Abrams, responsable asimismo del séptimo episodio y primero de la tercera trilogía, El despertar de la fuerza, tenía ante sí el reto casi titánico de cerrar todos los círculos y responder a todas las preguntas que habían quedado abiertas después del anterior capítulo, Los últimos Jedi. ¿De dónde viene Rey (Daisy Ridley)? ¿Quiénes son sus padres? ¿Se pasará al lado oscuro? Y el emperador Palpatine (Ian McDiarmid), ¿cómo logró seguir con vida? En cuanto a Ben Solo (Adam Driver), ¿por qué se pasó al lado oscuro y devino en Kylo Ren? ¿Cuál es su destino).
Mal que bien, todos esos y otros interrogantes casi innumerables quedan respondidos a lo largo de las dos horas y veinte que dura la película, la cual tampoco decepcionará en cuanto a ritmo, cantidad de batallas y profusión de efectos visuales y sonoros.
El precio de dar tanta información
La plena satisfacción –o casi– de la amplia demanda de respuestas generada en anteriores entregas tiene un precio. De un lado, la gran cantidad de información que se desgrana en el filme, a veces a gran velocidad, puede llegar a fatigar o aturdir; sobre todo a los no expertos o no muy entusiastas de la saga.
De otro lado, la sucesión de acontecimientos y giros en el argumento deja por el camino algunas incoherencias. ¿Cómo es que tal personaje o grupo logró salir de este lugar infernal y apareció de pronto en otro mucho más favorable? Esto nos lo podemos preguntar en más de una ocasión. Pues hay detalles que no están bien explicados o que, al menos a simple vista, no cuadran.
La voz de los muertos y los ancestros
El ascenso de Skywalker arranca con un letrero cuya primera sentencia es “Los muertos hablan”. La frase adelanta lo que será una sucesión de retornos, unos más esperados que otros, de personajes clave en toda la serie. El más notorio de estos regresos es sin duda el de la princesa Leia Organa, cuya fallecida intérprete Carrie Fisher reaparece en el episodio gracias a un hábil reciclaje de ciertos planos desechados en anteriores episodios. Destaca una escena con abrazo a Rey/Ridley.
Ése rescate y el de otros notables de La guerra de las galaxias desde el primer largometraje de 1977 forma parte sustancial de la filosofía histórica de este episodio. Para cerrar los ciclos con todas las de la ley, Abrams se vuelca por completo en la evocación y reivindicación de los ancestros: los buenos y los malvados, los Skywalker y los Sith. Hay un claro y subrayado empeño por volver a los orígenes.
Más superpoderes que nunca
Star Wars no sería lo mismo sin la Fuerza, fuente de poderes sobrenaturales a ambos lados de la moral en la galaxia. Uno de los distintivos de El ascenso de Skywalker es el amplio y muy físico despliegue de atribuciones especiales que exhiben los protagonistas, y más que ninguno Rey.
A los infaltables enfrentamientos con espadas de luz se añaden no pocos duelos basados en tal o cual don heredadode los antepasados, pero también alguna sorprendente y milagrosa facultad de reparación o curación.
Complejidad dentro de lo simple
La trama de este esperado desenlace incluye un montón de vueltas y revueltas, como no podía ser menos. Y el final puede recordarnos al de la Novena Sinfonía de Beethoven, cuyos acordes describen unos cuantos amagos de conclusión antes de que la fabulosa composición termine de verdad.
Pero hay grandes diferencias, entre ellas la relativa a la gran simplicidad que encierran la complejidad y los falsos finales de Star Wars IX. Y eso concierne tanto a las esencias de la historia –la lucha del bien contra el mal, el valor de la esperanza o el poder emancipador del pueblo– como a la riqueza más bien limitada de los diálogos entre héroes y antihéroes.
Merece la pena recordar, y no perder de vista al juzgar la cinta, lo que el propio director declaró hace unos días: “No podemos olvidar que Star Wars es para niños”. A lo que conviene añadir que quienes eran críos cuando George Lucas creó y llevó a las pantallas La guerra de las galaxias rondan ahora la cincuentena. Lo que, sumado a otras características y pretensiones de la saga, permite concluir que Star Wars es un invento para niños adultos.