Critica de la pelicula «The King» – Netflix

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Dirección: David Michôd
Reparto: Timothée Chalamet, Robert Pattinson, Lily-Rose Depp, Sean Harris, Ben Mendelsohn.
Título en V.O: The King
País: EE.UU. Año: 2019 Fecha de estreno: 18-10-2019 Género: Histórica Color o en B/N: Color Guion: Joel Edgerton y David Michôd Fotografía: Adam Arkapaw Música: Nicolas Britell
Sinopsis: Basada en las obras teatrales Enrique IV y V de Shakespeare, The King cuenta la historia de un príncipe joven y deshonrado, Hal, quien hereda la corona y debe aprender lo que significa ser un rey, guiado por su único y verdadero amigo, Falstaff.​

Lo mejor: la imponente presencia de Joel Edgerton.

Lo peor: la relativa impersonalidad de la propuesta escénica.

‘The King’, la nueva película del australiano David Michôd para la factoría Netflix (tras ‘War Machine’), tiene numerosos puntos de interés. Es posible, por ejemplo, elogiar su sosegado esteticismo, que deja por el camino algunas imágenes memorables: una batalla nocturna iluminada por unos proyectiles llameantes lanzados desde unas enormes catapultas, unas escenas intimistas en las que las habitaciones aparecen iluminadas únicamente por velas (a lo ‘Barry Lyndon’ de Stanley Kubrick), o una imponente batalla filmada desde las entrañas de la contienda, con planos largos que capturan la brutalidad del combate (y su dimensión épica, cuando entra en juego la cámara lenta).

‘The King’, que cuenta la historia de Enrique V apoyándose libremente en la canónica obra de William Shakespeare, parece construida siguiendo un principio de efectividad. Todo funciona correctamente, nada desentona en el plano narrativo y estético.

Los temas de la obra –la corrupción del espíritu humano a manos del poder, los funestos efectos del belicismo sobre la civilización– fluyen con transparencia por el relato. Y, sin embargo, la película se resiente de su relativa falta de originalidad. Si se echa la vista atrás y se recuerda que Michôd dirigió aquel impetuoso, salvaje y terrorífico thriller titulado ‘Animal Kingdom’, cabe preguntarse si ‘The King’ podría haber sido algo más que una entretenida, pero algo impersonal, adaptación del clásico de Shakespeare.

A la postre, el elemento más reseñable de ‘The King’ es el trabajo de sus actores, siendo el caso de Timothée Chalamet, el encargado de dar vida a Enrique V, el más singular de todos.

Con su complexión enjuta, sus andares indolentes, su aura andrógina y sus aires decididamente cool, Chalamet (que cada vez se parece más a una versión masculina de Kristen Stewart) se pasea por la Inglaterra del siglo XV como si estuviese por Los Angeles en el siglo XXI. Hay algo disonante en la relación del actor con la diégesis de la ficción, como si se tratara de una presencia anacrónica, un elemento millenial transportado al pasado.

Sin embargo, lo que podría parecer un desacierto de casting, acaba incrementando los ecos intemporales de una película que retrata un mundo regido por la ambición, el honor, la traición y la violencia, lacras que perviven ruidosamente en nuestra realidad contemporánea.

Más allá de Chalamet, resulta obligatorio hablar de otras dos presencias de peso. En primer lugar, la de Joel Edgerton, que además de coescribir el guion con Michôd le roba la película a Chalamet como el juerguista pero noble Falstaff, el personaje que inmortalizó Orson Welles en ‘Campanadas a medianoche’.

Con una presencia imponente –acentuada por una gordura adquirida para la ocasión– y un encanto juguetón, Edgerton presenta un Falstaff encantador y contenido. Incluso cuando aparece en silencio en el fondo de una escena, Edgerton transmite una bonhomía conmovedora. Mientras, en el extremo opuesto, hallamos a un expansivo y caricaturesco Robert Pattinson, que ya había trabajado con Michôd en ‘The Rover’ y que en ‘The King’ encarna con siniestra alegría el psicótico personaje del Delfín de Francia, el hijo del rey galo.

Con los años, Pattinson ha demostrado ser una brillante página en blanco sobre la que los directores más dispares perfilan personajes de todo tipo y condición.

En esta ocasión Pattinson se entrega a uno de sus festines de histrionismo, enfrentándose a sus enemigos con una maldad sibilina, siempre colindante con la crueldad. Una nueva prueba del carácter camaleónico de un actor que todavía tiene mucho por contar.

Pablo J.

Desarrollador gráfico y web, con ganas de trabajar y aprender todo lo posible de este campo tan variado. Trato de ser creativo en la vida laboral como personal. Amante de la buena lectura, el cine con sentido e inteligente.

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