¡Shazam! llega al mundo de los superhéroes con una historia honesta, sencilla y que no le teme a mostrar un superhéroe que se divierte con sus poderes.
¿Podríamos decir que el terror está pasando por una época dorada? Por un lado tenemos películas de gran producción como El conjuro o It (Eso), u otras más pequeñas como El legado del diablo o La bruja. Por el lado de los directores, están Andy Muschetti (It), Ari Aster (que este año presenta Midsommar) o James Wan, quien demostró que no sólo es un director de género: su Aquaman es una de las películas más taquilleras de DC en los últimos años. Ahora es el turno de David F. Sandberg quien, después de realizar Annabelle La creación y Cuando las luces se apagan, llega al mundo de DC para darle luz a ese universo con ¡Shazam!.
En el cine de superhéroes del siglo XXI hemos visto un sinfín de historias de origen y, aunque a veces ya no se consideran necesarias para la historia (Spider-Man es el mejor ejemplo), siempre será un tema para los productores y directores a la hora de presentar a sus protagonistas. No importa si te llamas Diana Prince (Mujer maravilla) Carol Danvers (Capitana Marvel) o, en este caso, Billy Batson.
Sandberg conoce –y domina– a sus personajes. Él reconoce que no debe perder el tiempo y nos entrega una primera secuencia que presenta al villano, sus motivaciones y el elemento mágico que busca a nuestro héroe.
La segunda vez que vemos al némesis de la historia (Mark Strong, quien ya ha aparecido en DC antes como Thaal Siniestro en Linterna verde), Sandberg lo deja listo y le da una misión. Y es entonces cuando se dedica a desarrollar el escenario de nuestro héroe, presentándolo con su familia, su sidekick y vemos el nacimiento de Shazam, quien es interpretado aquí por Zachary Levi de una forma natural y honesta.
Y es precisamente esa palabra la que define a la película: honesta. Por mucho tiempo hemos visto películas de superhéroes en las que los personajes se debaten profundamente sobre si deberían usar sus dones para el bien. Y el eterno consejo (así sea el tío Ben, el profesor Xavier o Nick Fury) siempre es el mismo: “usa tus poderes con aquellos incapaces de defenderse, detén a los abusadores, limpia las calles de los ladrones”. Aquí Sandberg parece haber tenido el camino libre para presentar lo que cualquiera de nosotros a los 14 años hubiera hecho si adoptara el cuerpo de un adulto con superpoderes: ir a comprar cosas prohibidas, bebidas alcohólicas, dispararse un arma, irse de pinta, hacer alarde de sus poderes… básicamente: ser egoístas y pensar sólo en sí mismo. Claro que conforme avanza la película, deberá de decidir, pero mientras eso pasa… él sólo se divierte.
Sandberg tampoco teme en mostrar a un villano totalmente malvado. Por momentos es particularmente notorio que es un director que viene del terror: no necesita mostrar grandes efectos o fuego o explosiones, simplemente usa una puerta de vidrio semitransparente para mostrarnos (o no) todo el caos que se desata detrás del cuarto. Todo está en nuestra imaginación y lo que ocurre en esa sala de juntas.
¡Shazam! usa el humor, pero son chistes y bromas que nunca se sienten forzadas, que incluso aparecen en momentos inesperados y todo ello gracias a la química que existe entre los dos protagonistas y en la familia de huérfanos. Todos ellos delineados y presentados rápidamente sin tener diálogos de relleno.
Sin pretenderlo –o tal vez sí– la película es la más redonda de todas las hechas por DC en cuanto a mostrar un universo coherente. Incluso hasta su mercadotecnia ha sido la más efectiva de Warner Bros. hasta la fecha. Las referencias y menciones hacia Batman, Superman y Aquaman son constantes y la producción se permitió incluso hacer referencias a otras propiedades de WB, como Harry Potter y Godzilla. Lo más sorpresivo de esto: todo se siente natural.
Se agradece también que el plan del villano ya no sea el desgastado “quiero dominar al mundo, necesito un artefacto para lanzar un rayo al cielo”. Tanto Aquaman como ¡Shazam! han presentado motivos menos explotados, siendo el de la película de Sandberg el más sencillo y directo para nuestro héroe.
Si DC y Warner Bros. fueran una pareja, la llegada de ¡Shazam! a su relación pareciera plantearles una pregunta: “¿Y ahora qué hacemos con este niño?” La respuesta se vislumbra muy sencilla: déjenlo ser, confíen en lo que puede lograr, no intenten que encaje a la primera con sus hermanos mayores (Bruce, Clark y Diana) y verán que todo saldrá bien.CRÍTICADCDCEUREVIEW